Prólogo 1 - Javi, Vir y Zorno

Y atracó finalmente el “Majesty of Nigthfall”, un inmenso crucero de lujo de más de 600 m de eslora y unas 220 Tm de peso, que comenzó su campaña en la italiana Nápoles, hacía algo más de una semana. Cartagena formaba parte de su itinerario, sin embargo no de forma tan temprana. Al parecer un fallo importante en el regulador de velocidad de la embarcación adelantó la llegada a esta ciudad. Lo llevaron a una dársena, al este de ese pequeño puerto natural, eran altas horas de la madrugada por lo que no pude ver en demasía aquello que nos rodeaba: unas inmensas grúas hacia arriba, a la izquierda un monte lleno de árboles, probablemente de alguna conífera adaptada a la fuerte sequía de la zona; un par de faros hacia atrás y hacia el frente, una bonita estampa nocturna, el despliegue iluminado de una orgullosa ciudad que ha visto el nacimiento y la decadencia de decenas de civilizaciones. A lo lejos, en el aire, diversas fortalezas y baterías de costa iluminadas conseguían dar la sensación de estar flotando en contraste con un paisaje de monte que se fundía con el cielo nocturno.



Sigo sin comprender por qué nos dejaron allí cautivos, estando tan cerca de la dársena que accedía al puerto, supongo que simplemente siguieron el protocolo de actuación ante averías de la compañía, lástima: otra noche más entre esas paredes de lujo y corrupción; al menos escuché decir a uno de los camareros que habría un espectáculo sorpresa preveniente de la ciudad, a saber…

Carlos Espiga, accionista de Grupo Altria,  pasajero del Majesty of Nigthfall el 17/11/2008.

El barco había parado, pero en el casino del Majesty la mayor parte de la gente todavía ignoraba este hecho; el fuerte olor del humo de tabaco habano, las burbujas del champagne u otras sustancias aún más embriagadoras mantenían al personal algo aturdido. Había pasado poco más de una semana, pero las caras de la gran mayoría ya resultaban del todo familiares. Por ello fueron muchos los que se extrañaron ante la aparición de un misterioso joven de casta latina y facciones aniñadas vestido de manera muy poco conveniente para la ocasión. Pero sin duda el más sorprendido fue nuestro querido Frank Müller quien vio a su acompañante marchar junto a ese joven sin apenas haber intercambiado una palabra. Confiaba en Alex, o al menos eso se repetía a sí mismo, pero, ¿quién se creía el niñato aquel para joderles aquellas idílicas vacaciones familiares?

En un lado de la sala, siempre observante, se encontraba Luka Seregni, quien también había percibido aquella extraña escena y se preguntaba curioso quién sería el misterioso “pibe” que se había largado con Alex. Junto a él, ajeno a aquella situación se encontraba Viktor Luhzin en su primer día libre desde que comenzó el viaje. Viktor trabajaba como encargado en el casino y había hecho buenas migas con Frank, Alex y Luka, al fin y al cabo cerraban con él todas las noches, paseando casi hasta el amanecer por la cubierta de aquel magnífico barco. Todos habían desenmascarado su naturaleza a sus iguales y al menos, a esa conclusión habían llegado, estaban solos allí junto a Carla Goldin, una de las habituales en el casino, y para no serlo: le pertenecía junto a muchas otras de las instalaciones del Majesty. Apenas se relacionaba con nosotros, salvo con Viktor, a quién regalaba 5 minutos de su compañía al cierre de cuentas de cada noche. Me pregunto cuánto dinero se podría mover en aquel lugar cada día, prefiero no imaginarlo. Pero esa noche todo fue diferente, rompió su estricto silencio ante Frank, quien se encaminaba hacia la puerta.

Carla – a Frank-: ¿Ya nos abandonas?