Prólogo 2 - Isa y Raúl

Juan ha estado muy raro estos  días –pensó Ginesa-, incluso más de lo que ya de por sí es habitual en él.  Claramente le preocupaba que pudiera haberse metido en un lío, pese a su posición en la ciudad, si algo había aprendido en esos años es que hasta los gigantes pueden caer, y a veces a manos de quienes menos se espera: David derrotó a Goliat. La brisa marina era inusualmente cálida para esas fechas del año, Ginesa caminaba por el puerto pesquero, cuando un desagradable olor, algo que no olía a nada que hubiese olido nunca, penetró en su muy sensible olfato hasta dejarla desconcertada. No habría despertado la curiosidad de nadie, ni siquiera de otros vástagos, pero Ginesa no era un vástago cualquiera, incluso entre ese intenso aroma a pescado podrido pudo distinguir sin problema ese matiz acre tan particular. Cuando quiso darse cuenta se encontraba frente a un viejo edificio, algo así como un almacén en los límites, al norte, del barrio de Santa Lucía, muy cerca de la estación de autobús de la ciudad. Y mirando sus resquicios, parecía, que multitud de alimañas se congregaban en el interior, atraídas en procesión por alguna fuerza que la joven vástago todavía no acababa de comprender. Sin duda el olor emanaba de aquel lugar y sin duda también el comportamiento de esos animales debía estar relacionado de alguna manera con él. Ni corta ni perezosa pegó sus oídos a la puerta con el fin de encontrar una pista que le ayudara a resolver ese enigma, una voz bastante familiar resonaba en el interior- ¿Maru?-pensó y touché. Esperó...

En el interior, Maru negociaba impaciente, pese a haber concluido con relativo éxito sus anteriores transacciones el hecho de que el señor Ochoa apareciese ahora sin su particular máscara era algo que la desconcertaba y aterraba a partes iguales. Y es curioso cómo hasta entre las bestias existen tabúes, había escuchado algo sobre un clan monstruoso, pero no tenía del todo claro si encontraba frente a uno de sus integrantes. Era lo mismo, algo había aprendido en su vida era a no achantarse, menos ante un hombre.

Maru –con tono grotesco -: Entonces: 300, ¿no? Si no te interesa siempre pue…

Rosendo –interrumpiéndola con un gesto impertinente -: Estás abusando de mi confianza y teniendo en cuenta los pocos amigos que te quedan ten claro a qué es lo que le interesa a quién y qué es lo que no. – Cambió el tono por uno de preocupación fingida- Cariño, me juego mucho al hacer tratos contigo, tu clan no te tiene en demasiada estima…

-¡¿Aquel puerco repelente me había llamado cariño?! –pensó Maru irritada- Si bien lo que decía no era del todo disparatado.

Maru: Entonces, ¿cuál sería el precio justo por ella?

Rosendo: ¡150!

Maru: De eso nada, ¡200!

Rosendo –gruñendo-: ¡150, he dicho!

Maru verdaderamente quería salir de ahí a cualquier precio, el lugar olía a mierda y la presencia de multitud de pequeñas alimañas le ponían los pelos de punta, su temple era legendario, pero tenía sus límites, y ese tipo caminaba sobre ellos.

Maru: ¿150, dices?

Rosendo –chitándola -: Shhh… calla… tenemos visita y viene sin cita – cambiando a un tono jocoso- qué maleducada- y sonrió.

De pronto la horrible figura de Rosendo se esfumó ante sus ojos, 30 segundos después sujetaba en peso a una muchacha del cuello, lanzándola hacia el interior de aquella sala. Cuando la muchacha se sobrepuso para alzar la vista vio algo que la sobrepuso, una figura enorme, de unos 2 metros de altura, de piel rojiza y dientes puntiagudos y ¡tentáculos! ¿Pero qué era esa criatura?

Rosendo: ¿Te has perdido, niñita?

"¡Un momento!" - fue lo único que acertó a gritar Maru al percatarse de la nueva situación. Si ya de por sí le sorprendió la velocidad de movimiento en la que se manejó su interlocutor, mayor fue su asombro al comprobar de quién se trataba su inesperada víctima.
- Ginesa es... amiga mía. - añadió mientras fugazmente ambas chicas se dirigieron una mirada. Pero Ginesa rápidamente volvía sus ojos al rostro amenazante de su agresor. La mente de Maru era un hervidero de pensamientos. Sabía que tenía todas las de perder contra la bestia, y ya no era sólo su vida la que estaba en juego.
- Habíamos quedado, pero no en este momento ni lugar. Ella es la chiquilla de Juan, estoy segura que sabrá mantener este encuentro en la más absoluta discrección.

Cómo le hubiera gustado acabar con esa situación de manera drástica, y que Ginesa cortara con maestría cada tentáculo de ese rostro. Desechó ese pensamiento infantil con miedo a ser descubierta. Y sin cambiar ni un ápice de su regio rostro, se colocó entre ambos, y remató:
- 130 estará bien, Rosendo.

Rosendo reculó de inmediato, su gran visión pragmática sobre el asunto le permitía ser lo suficientemente razonable para "creerse" aquella milonga o al menos para fingirlo. Maru era una buena clienta y la chica de nombre desconocido podría llegar a ser otra, al fin y al cabo si había algo que pudiera venderse en aquella hermética ciudad, él era el más indicado para conseguirlo. Además, el nombre de Juan era algo que definitivamente no podía ignorar. Había visto evolucionar a ese muchacho hasta convertirse en la mano derecha de uno de los gobernantes de la ciudad, sin duda era alguien con recursos. Sin embargo, últimamente, había frecuentado en demasía los bajos fondos y eso le intrigaba.

Rosendo: ¿Juan, eh? Casualmente vino a visitarme ayer...

Ginesa no podía creerlo, qué hacía alguien como Juan tratando con un monstruo como él, qué podía pretender negociando con ese tipo de escoria. Quedó en silencio un rato más mirando a Rosendo directamente a los ojos con gesto desafiante.

Rosendo - prosiguió maliciosamente-: Parecía desesperado. Pobrecillo. Seguro que no estaría muy entusiasmado sabiendo que su chiquilla está aquí, ahora, conmigo. Rompe tu silencio, ratita, no me como a nadie... bueno, no suelo hacerlo.

-"Hola...si... siento haberme entrometido aquí. Pasaba cerca y me pareció oir a Maru"
Es lo poco que se le ocurrió decir a Ginesa después de recomponerse del susto. Sopesó las diferentes opciones, y creyó que el enfrentamiento era la peor opción, asi que intentó ser lo más cordial posible para salir cuanto antes y pedir explicaciones a Juan.
- No pretendo entrometerme en vuestros asuntos, disculpad si ha sido así. Como dice Maru... se mantener la boca cerrada...
Ginesa esperaba ser lo más convincente posible. Le preocupaba y desconcertaba la situación. Esperaba no haber puesto en peligro a Maru, pero las situaciones que no controla le sacan de quicio.

Rosendo: Vaya, si la ratita sabe hablar, empezaba a imaginarme que era mudita.Maru, tienes unas amigas realmente tímidas y muy desobedientes, deberías enseñarles que es bueno estar en el momento y lugar indicados, sobre todo si ese momento y ese lugar están cerca de mis dominios...

Maru que ya había tenido varios encuentros con Rosendo sospechaba que ese tipo se quedaba con todas y cada una de las palabras que decían y todavía peor: las que callaban. Además sentía también que sus versiones sobre la aparición de Ginesa no le habían convencido en absoluto y, sin embargo, allí estaban, junto a él, charlando tranquilamente... le ponía los pelos de punta...

Siguió conversando un buen rato sobre vanalidades que incomodaban a sus invitadas que respondían con monosílabos y sonrisas fingidas . Él lo sabía y parecía disfrutar con ello. Y en un momento, aspiró hondo y habló:

Rosendo: Bueno... permitidme que os regale una muestra de absoluta sinceridad, no espero que me correspondan, uno ha de elegir muy bien los momentos en los que ser sincero es más útil que no serlo. Juan... ese tipo... tan irritante... tan estirado con sus propios hermanos... y, sin embargo, tan útil. No es que me guste la forma con la que estos tipos dirigen la ciudad, cualquier neófito lo haría mejor, pero han llegado a un extraño e interesante equilibrio en la ciudad que la vuelve la mar de interesante para determinados negocios, y para los 'emprendedores' como nosotros, Maru, cualquier cosa que atente contra ese equilibrio nos perjudicaría notablemente. No es que me gusten este tipo de intrigas políticas, pero si el tonto de Juan hace algo o le pasa algo... ya sabéis... son sólo suposiciones, claro, sin embargo, de ser ciertas el acceso a esa información podría suponer un favor, y uno muy grande, para su querida chiquilla. Me lo deberás, ratita. También tú, Maru, y el tuyo me lo cobraré ahora. ¿Qué puedes ofrecerme, amiga mía?

-" ¿qué se supone que le debo? A qué se refiere exactamente?"
Ginesa está desconcertada porque no entiende bien qué está pasando y que negocios se lleva Juan entre manos con este ser tan desagradable. Desde luego esta deseando salir de allí para ver a Juan y pedirle explicaciones. No le gusta nada sentirse amenazada

Rosendo -jocosamente -: ¿Qué qué me debes? Déjame adivinar... Juan ha estado muy raro ultimamente..., hace días además que no sabes nada de él, pero creeme cuando te digo que sabrás mucho, mucho -insistió -, muy pronto, y creeme también cuando te digo, que vas a estar muy jodida. ¿Qué te ofrezo? La oportunidad de salvarlo a él y con él tu propia seguridad en esta ciudad llena de bestias.

Ginesa se impacientaba, algo en su enterior le decía que ese tipo era el menor de sus problemas. Debía estar loca, pero respondió: "te escucho".

Rosendo: Veo que te has vuelvo más razonable, sobre el precio... bueno, ya lo concretaremos después, el tiempo juega en tu contra ahora. Acompañadme...

Rosendo guía a las dos chicas hacia un piso superior del inmueble, desde una ventana podía verse todo el puerto, una vez estaban allí les dijo: "el está ahí". Y señaló un gran crucero estacionado en las instalaciones de Navantia.

Off escribió:Perdonad por tomarme la licencia de rolearos, es que no llegamos.... XD